29.1.10

Welcome to Tijuana (Parte 1)


La vida es una maestra caprichosa. Uno nunca sabe cuando se le enseñará una lección. Estar atento constantemente y derrepente, un descuido te lanza de nuevo al pupitre. Digo esto por una historia que ha llegado de la voz y los pensamientos de alguien muy muy cercano, que desgraciadamente veo cada vez con menos frecuencia.

La historia iba más o menos así...
Un día aprovechando la lejanía en la que ya me encontraba decidí agregar quince horas más a mi trayecto de vuelta a casa y visitar lo que algunos llaman el lugar más feliz sobre la tierra: Tijuana, Baja California. populosa ciudad llena de contrastes tanto culturales como económicos y estéticos. Uno de los poco centros urbanos del país en el que la vida cosmopolita no se limita a los barrios fresas.

La mala propaganda que tiene esta ciudad había hecho mella en mí y he de confesar que durante las primeras horas contenía la respiración cuando veía a las "trokas" pasar a toda velocidad, esperando una de las famosas rociadas de plomo que tanto oí mentar en la TV nacional. Afortunadamente los prejuicios se disiparon al conversar con la gente del lugar; -"es cuestión de suerte ¿sabes?"- y remataban con un -"como ser asaltado en la Ciudad de México"-. Gancho al hígado, discusión zanjada.

Poco a poco le agarré confianza y gusto a ese sitio de paso. Un centro bonito y seductor que invitaba al pecado, la transgresión y la fiesta al punto que honrar las palabras del profeta clandestino, el rey del Bong ,no sólo era el paso lógico sino obligado a seguir.
... y así fue como en verdad empezó la rumba.

-Aquí mi narrador hizo un breve pausa, como tratando de encontrar las palabras exactas para describir ese momento de la manera más breve y concisa posible; los días ya habían pasado y la nitidez de la memoria se pierde con el tiempo.

Segundos, o minutos más tarde retomó el hilo de su relato.
-Apenas me dirigía al centro con la barriga y la cartera llenas y preparadas para las demandas de la noche que estaba por venir, cuando tuve la increíblemente estúpida idea de sacar un pipa de madera y fumar de ella. Estúpido también fue hacerlo en posesión de una hierba que a pesar de ser medicinal es mal vista e ilegalizada por el Estado mexicano.

El resultado -continuó tratando de abreviar la historia- fue que a los pocos minutos trataba de manera infructuosa de librarme del brazo de la ley con retórica. Mala idea en una ciudad donde el ejército hace la labor de policía, donde la ley no sólo es ciega y sorda sino que está encapuchada; no  había posibilidad de diálogo.
Afortunadamente -dijo él- la cantidad sólo ameritaba una sanción administrativa; la cual, como el alcoholímetro- requería de mi presencia obligatoria en un separo.

Esposas a las muñecas, fui introducido sin violencia a una patrulla donde se escuchaba el disco de 'Legend' del maestro Bob Marley -Aquí mi amigo soltó una pequeña carcajada haciéndome notar lo irónico de la situación- para ser conducido a través de callejones oscuros, una vulcanizadora (pues al parecer esos callejones oscuros estaban llenos de baches y objetos peligrosos para las llantas), bulevares y delegaciones varias.

Mientras era trasladado de 'la veinte' a 'la 72' a 'la pinta' y de vuelta, escuchaba la perorata de mis captores la cual giraba no entorno a la ilegalidad o la maldad inherente al infame cáñamo sativo, sino a lo mala, pésima, que había sido la idea que había tenido horas antes. Cuando se agotó ese tema, la conversación paso por el ya conocido a nivel nacional "Ferras" para desembocar en uno que me resultó de lo más interesante. La guerra contra el Narco.

De nuevo una pausa, la expresión de mi amigo dejaba entrever un cierto orgullo.
-Era el momento ideal para escuchar esa perspectiva, sin embargo había que ser cuidadosos, era necesario ser sutil para mantener tranquilos a los hombres de negro y azul, mantenerlos en su zona de seguridad. Al fin y al cabo, el que estaba amarrado era yo y ese tópico era campo minado...

Tras minutos de silencio y reggae, logré formular la pregunta en mi mente. Un diario de nota roja me facilitó las cosas. A manera de comentario al titular "Once ejecutados en Mariano Matamoros" que robaba la atención de los uniformados, solté la pregunta. ¿Y ustedes como creen que se va a terminar toda esta violencia?

Otro silencio incómodo, de duración desconocida y durante el cual temí que fue a ser mandado al diablo con un bofetón. En eso, una voz se levantó dubitativa para esgrimir un argumento interiorizado (de notaba a leguas) a base de gritos y encuartelamientos. -Pues... haciendo esto que estamos haciendo. Esa gente nomás no entiende razones, lo primero que hacen cuando te ven es echarte ráfaga.- Me aventuré a hacer otra pregunta ¿Y que opinan ustedes sobre la legalización? Otro silencio, otra respuesta proveniente ahora del lado del co-piloto. -Eso estaría mal. Porque la ilegalidad es el único freno para que los 'plebes' (chavos) no la consuman.-

Me disponía a contra argumentar cuando llegamos, por fin, a lo que sería mi alojamiento por las siguientes 48 horas. Era un edificio de tres pisos, de muros verdes e hileras de ventanas continuas. Hubiera parecido un edificio de oficinas de nos ser por las sobras siglas de su fachada y la gente que entraba y salía de el.

Mientras que afuera llovía y caía granizo, adentro el aire se enrarecía con calor humano y las fragancias del mundo de los policías y los ladrones: sudor, papel, desinfectante, marihuana y pólvora.
 
Después de estar de cara a la pared el tiempo suficiente para sentir como subía y bajaba la adrenalina por mis venas a la espera de información sobre mi futuro inmediato sin otra imagen que un muro color beige, veía los últimos meses de mi vida encontrando nada más que una enorme serie de contra-sentidos; Orgullo, éxito, decepción, anhelos y nostalgia hasta que un empujón, el brazo de un nuevo celador, me ordenó que me pusiera en movimiento.

Inició el proceso burocrático de la justicia, el tour de los cubículos y las mesas de averiguación, piso 1, 3, sótano, piso 1, piso equivocado, subir y bajar, bajar y subir hasta llegar de nuevo al piso 1. Me llevan a una sala alfombrada y dividida por mamparas de 1.20 de alto. Nadie dice nada y sigo a mi guardián hasta el fondo de la misma. Alcanzo a ver como do secretarias me miran con desconcierto para luego poner una expresión grave en su rostro. Demasiado tarde, las dos atractivas mujeres ya habían sido tomadas por sorpresa y sabía que si había expresiones graves procederían de los agentes que iban y venían de un lado al otro con gorras judiciales o macanas a la cintura ó de los soldados encapuchados; no de una burócrata con plumas de Hello Kitty en su escritorio.

Más empujones, la orden de espera bajo el umbral de la puerta. Una gota de sudor resbala sobre mi ojo izquierdo, trato de enjugarla pero me es imposible por las esposas, segundos después el primer policía, el seguidor de Bob Marley me ofrece cambiarlas para tener las manos por delante. Al fin y al cabo -me dice con una expresión entre lastimera y amistosa- lo que hiciste no es grave.

Mientras espero la revisión médica, pido permiso para mandar un mensaje. Frente a la incertidumbre, sólo pedía la oportunidad de aclarar un asunto que nada tenia que ver con mi detención. Mensaje enviado. Respiro tranquilo y entro a la última sala del edificio.

¿Estas bien? -Si- ¿Te golpearon? -No- ¿Seguro? Me pregunta con expresión sincera la que en adelante sería lo más cercana a una 'aliada' en la mesa de averiguaciones. -Si, seguro- contesto. -Muy bien, pues ahora pasarás a las celdas. A partir de ahora, serán 48 horas en las cuales se tendrá que definir tu estado legal (es necesaria una labor de peritaje que compruebe que eran menos de 5 grs.). Eran las 8.25 de la noche.

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