31.1.10

Welcome to Tijuana (parte 2)

Después de hacer una pausa. Mi confidente se revolvió en su asiento. No sé por donde empezar. -Su anécdota, si bien limitada únicamente a 48 horas, pareciera que se expandía o más bien se multiplicaba entre lo que pasaba por su cabeza y lo que pasaba dentro de ese edificio-. Pero bueno, intentaré ser cronológico.

Durante mi desfile, a través de oficinas pequeñas y apretujadas pero limpias y ordenadas, me percaté que entre dos de ellas había una puerta con un letrero de cuidado. Una puerta de metal más bien maltrecha que parecía que había sido deliberadamente olvidada por los encargados de mantenimiento para que, ajuareada con el hexágono rojo, se mostrara terrible y definitiva. Si así se ve la puerta de la sección de separos, no quisiera imaginarme las del pasillo de la muerte, ahí al otro lado de la frontera. -Me dijo a manera de comentario para luego proseguir.-

Mi pulso se aceleraba con cada paso en esa dirección. Hubo un golpeteo en la puerta, tres para ser exactos seguidos por un silbido peculiar. ¿Algúna clave de seguridad o simple costumbre? me pregunté. Cuatro o cinco pasos adelante y encuentro a dos agentes mirando un partido de fútbol. En la guerra contra el narco se juegan diferentes roles; en ese momento me encontraba frente a aquellos que ejercían la honorable labor de 'recepcionista'. ”Ahí te lo encargo pareja” y veo por última vez al policía con el cual había iniciado todo.

Sin dejar de mirar el televisor, uno ordena -Quitate el cinturón, pulseras, cadenas, collares, agujetas y demás. Si no las puedes quitar, las cortaremos... No queremos ahorcados por aquí.- Del resto de mis pertenencias también soy despojado. Antes de meter mi teléfono en una bolsa de papel, pido permiso para mandar un último mensaje; ahora si, tratando de movilizar algo de apoyo desde afuera. -Ta gueno, pero pues de una vez te aviso. Aquí las carteras aparecen vacías y más te vale que no rajes-. El mensaje más caro por el que he pagado en mi vida.

Olvidándose momentáneamente del partido, el guardia confirmó que no hubiera nada más en mi posesión y se puso a analizar mis cosas las cuales había acabado regadas sobre una mesa de madera. Comencé a ser interrogado acerca del contenido de mi cartera: Credenciales (así que eres estudiante...), tarjetas de presentación y una imagen. -¿Quién es...?- Alguien especial; le respondo mientras la guardo en uno de mis bolsillos.

Encogiéndose de hombros, se levanta de la mesa, corre una cortina sucia que impedía hasta ese momento ver a través de la reja y se muestra ante mis ojos un pasillo blanco y estrecho que se extendía una decena de metros hacia ambos lados dejando la cortina y la reja justo a la mitad. Después de una breve ojeada, escoge una celda relativamente vacía. Sólo cinco personas. (Camas habían dos).

Mal iluminada y distribuida, la habitación no rebasaba los 4x3 metros. No había ventanas y la litera (a diferencia del resto de las celdas como pude constatar después)cubría mas de la mitad de la reja/pared de metal que servia de separación entre nuestra celda y el pasillo. En contra esquina, justo enfrente de la puerta, se encontraba un retrete que afortunadamente -dijo mientras me guiñaba el ojo y exhalaba con alivio- nunca tuve que utilizar al máximo de su capacidad.

Parecía que los habitantes de este espacio se encontraban en especie de aletargamiento el cual había sido interrumpido con mi llegada. Un momento incomodo. En eso, una cabeza se levantó de entre la pequeña multitud de cuerpos que dormían apretujados para combatir al frío; toma la frazada que le servía de almohada, la avienta en mi dirección y regresa a su sueño.

Mi amigo interrumpe su relato para hacer una aclaración. -¿Sabes? Contrario a lo que pensaba, hay una vibra relativamente buena en esos lugares. Por el sólo hecho de estar ahí, se crea un vínculo de solidaridad entre la banda... Ahora que lo pienso, es un poco como el juego de los policías y ladrones-

Tendí la sabana maloliente sobre el piso y me senté. Minutos después, el mismo celador que me recibió entró al pasillo de un humor bastante mejorado e inclusive intercambió dos o tres bromas con un par de prostitutas que se encontraban en la celda de al lado; lejos de nuestras miradas pero justo al alcance de la voz grave y hasta cierto punto aguardentosa del usuario de la litera superior. -¿Que tal chicas, como ven que ya nos llegó uno nuevo? Risas e intercambio de bromas. Algún chiste local sobre un striptease. El hombre de poco mas de 40 años, moreno y fornido se veía tranquilo, hasta parecía jovial.

Asomándose desde su cama me interroga -¿Y tú por qué estas aquí?- "Por posesión" le respondí -y pareciera que mi amigo re interpreta la escena-; "¿De qué, de armas?" " No. De un guatito de mota" ¡Ja! -mi amigo se rie de si mismo antes de continuar- Pareciera que eso no había sido suficiente para captar la atención de ninguno de los presentes así que el silencio volvió a caer sobre la celda como la nieva cae sobre las estatuas; asentándose y enfriando la celda...

Los ojos de mi narrador se nublan, la mirada se dirige al vacío, su pecho se hunde y pareciera que había adquirido la misma expresión que tuvo en ese momento. -Ese fue el peor momento de todos- Me confesó -Ese fue el momento donde ese pequeño espacio se cerraba como en un derrumbe sobre mi cabeza. Los muros y las rejas eran un frío recordatorio de la libertad que me había sido arrebatada. Y el silencio, no contemplantivo, sino de desamparo. El silencio de quien recostado en posicion fetal, pierde la mirada en un rincon mohoso. Un silencio que olía a podredumbre.

Revisé mis bolsillos, tomé la imagen y cerré los ojos tratando de alejarme de ahí. Quería estar... bueno, tu ya sabes donde quería estar -me dice cerrando de golpe ese recuerdo y cambiando el tema-.

Del grupo que estaba cuando entré a la celda, supe que dos estaban por robo a mano armada, uno de ellos arrestado en su primer intento. Los otros dos nunca dijeron el porque y que el último; el hombre del striptease, estaba ahí por la posesión de 70 kgs. de marihuana; dos rifles Ak 47 y dos escopetas. -Uy no...- Me dice -Yo de aquí me voy pa' la grande. Serán al menos 20 años...-

Nunca olvidaré el estoicismo y la frialdad con la que esperaba su destino.

Poco después, supe que había tenido un par de horas para hacerse a la idea. Después de escapar a un operativo en su propiedad, él mismo se había entregado a las autoridades ante la amenaza de que su esposa enfrentara los cargos que a él le correspondían y que su hija fuera mandada al DIF estatal en calidad de huérfana. -Ni modo. Así es la cosa-.

Esa noche hubo rotación de inquilinos; los dos que estaban por robo fueron trasladados a los pocos minutos, dejando una litera vacía mientras el resto de la celda dormía por lo que aproveché la oportunidad y me hice del lugar. Trataba de conciliar el sueño cuando ya entrada la noche (o la madrugada, no lo sé) la puerta de metal se abríó de golpe y entraron dos soldados armados y con pasamontañas sobre sus rostros. La tensión en toda la celda aumentó de golpe frente a los espectros color desierto que se encontraban frente a nosotros. Una patada en la reja, casi a mi altura. -¿Quién es A*******?... ¡Vámonos cabrón...!- La litera de arriba de desocupaba.

1 comentario:

Sarasuadi dijo...

Don Vitorio:

Ya que se negó a terminar de contarmé el viernes las tribulaciones del compañero que le narró esta interesante historia, lo exhortó a que continúe con la publicación de esos momentos intensos...