31.12.09

Al filo del 2009...


Acabamos el año como quien ha caminado por horas bajo la lluvia y el frío. Por detrás del hombro miramos el recorrido del 2009 y ponemos nuestras esperanzas en un rayo de sol que caliente nuestros huesos y entibie nuestras almas.



Pero. ¡Ay del año que agoniza! Anciano desahuciado del cual lo único que esperamos ya, es la fiesta de su funeral. Pendiente que a nada nos ha llevado mas que a la certeza de que el próximo será aun más empinada y pedregosa. Poco más ha dejado que un amargo sabor a incertidumbre; un ominoso signo de interrogación que flota sobre un abismo.


Los abrevaderos de la Fé poco a poco se han ido secando por la corrupción de la indulgencia, la impunidad que gozan los 'hombres santos', el pragmatismo del dogma y la hipocresía del creyente. Lo mismo la esperanza en el proyecto de los hombres y sus instituciones. Seres llenos de avaricia que han explotado tanto a los hombres mismos como al lugar en el que habitan. Los grandes cónclaves de la humanidad terminaron en torres de babel. Ruinas multimillonarias, monumentos al cinismo.


Mientras tanto, la tierra nos castiga con voz furiosa y agonizante la falta de respeto que hemos tenido con nuestra madre; se ha hecho patente que el american dream sólo existirá mientras muestre su cara de pesadilla para todos los demás.


Con trabajo navegamos en las turbulencias de la tormenta que se nos avecina. Esta crisis cuyos manos golpean todos los ámbitos de nuestra existencia nos proyecta a todos, pero de manera individual, hacia el vacío. Como si una fuerza centrífuga nos disparara a todos hacia lugares cada vez más solitarios.


Y eso es lo peor.


¡Ay de este año! Tan lleno de tantas y tantas despedidas. Demasiadas para recordarlo con alegría.


Hay un leviatán que le ha declarado la guerra al hombre y pareciera que la linea de la trinchera destinada a contenerlo se adelgaza a cada momento. Que la gente buena es cada vez menos y que las discrepancias, la economía, el estrés generan abismos entre núcleos que al perder su negativo están condenados a la extinción.


Pero sumarnos a la voz de alarma es redundante. No hacen falta más voces que señalen el fantasma que se cierne sobre nuestras cabezas. Es ocioso describir el frío que recorre la espalda de la humanidad; todos lo sentimos.


Esto es un llamado del hombre para el hombre mismo. No permitamos que la corriente nos lleve de uno a uno. Excavemos en nuestros corazones, la mina de la empatia aun no se ha acabado y que bajo esa mirada las diferencias podrían ser subsanadas. Eso y la solidaridad serán las únicas cuerdas de seguridad que tendremos en el futuro.


La humanidad se ha puesto la máscara de sistema y bajo ese manto una y otra vez se ha traicionado a si misma. Pocos son los que aún le guardan un amor incondicional. Pero si dejamos que esa lógica envenenadora penetre nuestras esferas más cercanas, entonces verdaderamente estaremos perdidos.


Frente a la tempestad que se avecina no habrá mas que anteponer la única fuerza capaz de resistirla.


El amor.


Eso que nace entre hermanos, amigos y amantes. Ese remanso de paz después de las batallas cotidianas. El lugar fresco y sanador sin el cual somos poco más que autómatas.


Eso que sentimos que se esta muriendo ahogado bajo toneladas y toneladas de mierda.


Que no nublen nuestra vista los rencores, mal entendidos, desilusiones y el propio vértigo que generan nuestra dinámicas de vida hoy en día. Corrijamos el paso y aprendamos a perdonar y admitir nuestros errores y defectos; que somos únicos, pero que no por eso tenemos la verdad. Que así como somos nosotros mismos,seremos siempre el 'otro' de alguien más. Débiles y vulnerables como quien está a nuestro lado.


Tal vez ya estamos aprendiendo la lección a la mala y de forma tardía, pero no por ello es menos necesaria. El hombre aislado sólo es potencia y la fuerza necesaria para dar el golpe de timón sólo será alcanzada en colectividad.


Si estos tiempos venideros se dibujan oscuros, si lo que tenemos frente a nosotros es el invierno de la humanidad, busquemos calor en la gente que nos rodea. Soltemos las armas y unamos nuestros hombros. Unidos, todavía podremos construir algo más.

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