13.12.08

Recuerdo de la Basilica

Para aquellos que no profesamos la fé católica el 12 de diciembre no es más que otro día festivo. De no ser porque marca el inicio de las posadas y por ende el tiro de salida de una de las actividades lúdico-deportivas que más nos gustan a los mexicanos: el maratón Guadalupe-Reyes; su valor simbólico no sería mayor que el de una fiesta patria que se celebra a destiempo para poder tener un fin de semana largo.

En realidad, la conmemoración de la virgen morena es una fecha sumamente especial. Debe serlo puesto que el numero de creyentes reunidos alrededor de la Basilica de Guadalupe solo es rebasado por la Meca durante el Ramadán. Millones de peregrinos provenientes de todo el mundo (si, de todo el mundo) recorren cientos, miles de kilómetros para rendirle culto a esa figura. Unos inclusive recorren esas distancias a pie, después de haberse preparado físicamente durante meses poniendo a la sierra de Guerrero y Puebla al mismo nivel que la ruta de Santiago de Compostela.

Siempre he querido visitar Medina y todavía hoy en día lamento no haber hecho la ruta de Santiago cuando tuve oportunidad. Y sin embargo, rehuía instintivamente de la Basilica. En mi malinchismo deseaba conocer peregrinos en el norte de España tanto como miraba de forma condescendiente a los guadalupanos. Aún recuerdo la vez que mi abuela me pidió que la acompañara a dar las gracias. Esa vez no solo me rehusé, sino que me sentí indignado de que creyeran que yo iba a ser partícipe de tal farsa. Mucho menos permitiría que se lucrara con mi visita.


Sin embargo no podemos ver la viga en el ojo propio y al menos en mi caso particular no fue sino hasta que deje mi ateísmo zelota que pude apreciar el fenómeno guadalupano fuera de perjuicios. No señores, no me estoy volviendo acolito ni mucho menos. Todo lo contrario. Fue a partir de que asumí que la virgen de Guadalupe no significa nada para mí que empecé a observar lo que significaba para los demás.

Durante todo este año estuve masticando la idea de visitar la basilica. Finalmente mi curiosidad eliminó cualquier reticencia y decidí ser el cómplice de millones de personas. Debo de admitir que unos días antes hasta me sentía de cierta forma emocionado de poder asistir a la celebración de la reina de México. No sabía que esperar, así que procure ir con la mente en blanco y los ojos bien abiertos para no perderme de cualquier cosa interesante que pudiera acontecer.

Para serles honestos creo que fue una gran experiencia. Pude entrar y ver el ayate de la virgen con la corona que le pusieron a la guadalupana cuando fue nombrada 'Reina de México´ en 1894 con el visto bueno de Don Porfirio Diaz y ante el escandalo de los llamados ´Científicos'. No hubo problema tampoco para entrar por segunda vez puesto que había menos gente de lo que esperaba. De hecho toda la visita no fue en como esperaba.

Creía que lo primero que vería serian mares de gente movidas por un grei religioso escuchando sin más a un burócrata eclesiástico que recitaba con voz solemne un discurso de derechas. Cual sería mi sorpresa al llegar y en lugar de escuchar rezos me topé con el estruendo de varias decenas de tambores distribuidos por toda la plaza y marcando el ritmo de alrededor de veinte círculos de danza prehispanica.

Diferentes naciones indígenas, cada cual portando sus mejores galas se dieron cita al pie del cerro del Tepeyac para rendir culto según sus tradiciones. Cientos de plumas saltando y girando generaban un efecto visual embriagante que contrastaba con la sobria fachada de la Basilica, la estatua del Papa y un árbol de navidad pinchurriento. La herencia pre-hispanica tenía tanto peso que adentro del templo el sermón palidecía ante las percusiones de los teponaztli. Después de horas de baile, los danzantes se arrodillaban y rezaban aves marías y padres nuestros. El baile a los cuatro puntos cardinales terminaba con la señal de la cruz. Una cruz con un significado muy anterior al del instrumento de tortura romano.

Resulta que el día de la virgen no fue una fecha arbitrariamente impuesta desde alguna oscura oficina del vaticano...

Mmm... Bueno... Si lo fue. Pero porque ese día ya era considerado festivo por los antiguos mexicanos. El día de la virgen también es el día de la Tonantzin la diosa madre por lo que en realidad es una fiesta pre-hispánica que, como muchas otras fue adaptada por los misioneros en su labor de evangelización.

Pero los contrastes y los sincretismos no se limitaban al cruce entre Coatlicue y María. Afromestizos, Gueros, ricos, pobres, ancianos y niños todos se mezclaban. El cholo se arrodillaba junto a monja. Un grupo de personas portando en alto la bandera cubana pasaba al lado de un gurú de la psicodelia trance. Nada había en común entre ellos mas que la imagen de la virgen colgando a sus espaldas.


En un principio no lo entendia, pero despues de haberlo visto con mis propios ojos, no me sorprende que la virgen haya sido el primer simbolo de unidad nacional. Su poder integrador es impresionante.


Sigo sin creer en el poder milagroso de las virgenes -aparecidas o no- pero el hecho de que seis millones de personas si lo hagan merece que reflexionemos sobre ello.

Por ultimo. Para aquellos asiduos al arte quitch, el mercado de la Villa es una fuente casi inagotable de material. En verdad divertido.

3 comentarios:

ViolettaVsTita dijo...

Que valor, Luis! la verdad a mi esos tumultos no me gustan mucho, salvo, claro está, que sean en un concierto!
Es una experiecia bien chida. Me cae que hasta el más agnostico o en su defecto ateo, siente la vibra de la Basílica... yq uien niegue no conmoverse... mientee!!!
Un beso y abrazo para ti!

Unknown dijo...

La virgen de Guadalupe es como otro de los tantos elementos unificadores de este pais, queramos o no los que somo ateos.

Es lo interesante del fenomeno de masas.

Y un apunte, casi todas las celebraciones religiosas hechas en México (santos, virgenes, patronos) fueron en realidad festividades prehispanicas, pero claro, en un acto de paganismo absoluto, los envangelizadores usarn los mismos simbolos y fechas pero con fe catolica.

Saludos.

Alejandro dijo...

Debo decir que me arrepiento un tanto de no haber ido con ustedes. Lo bueno es que tengo mi llaverito de Malverde, que me recuerda que algún día deberé seguir esos millones de pasos, y visitar a la virgen en persona.